Caí de bruces, sintiendo el ligero ardor que surgía de mis manos raspadas. Mis ojos irritados por la tierra liberaban con cautela lágrimas que bien podrían ser del espanto. El choque entre el cuerpo y la frondosa espesura pareció reactivar mis neuronas, al punto de creer que lo demás, lo anterior al impacto era irreal, acaso en igual medida que el terror invasor, tan irreal como un sueño o una alucinación pero que igual está ahí, desafiando los sentidos y a quien los experimenta.
La tierra rellenó el espacio entre uña y carne al levantarme tambaleante, con un fuerte impulso de mis manos, y pronto ésta se mezcló con la sangre a su empuje. Antes de recordar siquiera quién era, a mi memoria llegó una acción: Escapar. Mi energía nerviosa me obligó a correr de aquello desconocido que me perseguía, quien cada vez se hallaba más cerca por la presión del ambiente. Los árboles murmuraban a mis espaldas, entrelazándose para ocultar de mi vista a la pálida luna que nada por mí podía hacer más que observar silenciosa mi huída. Oí mi nombre, mas no supe de dónde provenía. Mi respiración se encontraba demasiado agitada como para gritar.
El sendero se volvía irregular, entre bifurcadas y caminos paralelos. Desde lo alto debía ser una vista magnífica, un laberinto natural con algo en él que no lograba encajar, no me dejaba tranquilo.
De pronto comencé a sentir finos cortes. Las espinas se clavaban profundamente en mí cual agujas, aunque no sentía el fluír de la sangre. Maldije el estar ahí y mi suerte, si bien una nube se cernía sobre mí cuando intentaba recordar antes del golpe.
Dejé de oír mi respiración agitada, el sonido del viento llamaba a mi oído con la misma delicadez que un ariete a una empalizada. Mis tímpanos cedieron a la presión y pronto sólo hubo un pitido, similar a un lejano grito desgarrador. Sombras se movían a mi alrededor, pero algo más siniestro paralizaba mi corazón, haciendo caso omiso a las huestes que fluían del bosque mismo. Ya no podía oír, por lo que sentí la necesidad de voltearme sin frenar. Varias veces las raíces tomaron mis tobillos en cómplice alianza con el ente, siendo el único resultado torceduras y quemaduras.
La ropa comenzaba a pesarme con el sudor y el barro. Era curioso, pues creía que los cortes deberían haberla arrancado. Toqué mi hombro sólo para sentir el horror de saber que los trastos sobrantes eran parte de mi carne. Dudé por un instante pero luego supe que era necesario aligerarme, y no sin cierto remordimiento decidí desprenderme de aquella carga extra.
No sabía cuánto tiempo llevaba en mi huída; sentí que ya no existían los minutos pues nada podría marcarlos. Al no poder comprenderlo ya no existía; tan sólo había espacio, el mismo que parecía comprimirse cada vez más sobre mi camino, siendo el salirme de la huella la posibilidad de caer en la nada.
El suelo retumbaba, la proximidad con mi destino encarnado en Eso aligeraba su marcha de caza, esperando el momento para tomar impulso y lanzarse. Mis pies sentían caminar sobre un tambor, un tambor bajo mis pies descalzos que continuaban corriendo sobre arbustos y espinas con decisión. Divisé mi salvación a lo lejos: un pequeño alambrado que despertó mi memoria, un recuerdo de haberlo cruzado mucho antes de caer.
A tientas (pues poco divisaba con mis ojos hinchados) logré salir de la red de plantas que daban fin al bosque; la cosa respiró sobre mi nuca quemando mis fosas nasales con su hedor putrefacto. Mi cabellera respondió al aire hirviendo chamuscándose en pocos segundos.
Salté el cerco y caí libre de mi miedo. Me vi levantarme y comenzar a caminar sin ninguna herida, tranquilo y en paz. Me vi, atónito y maravillado, alejarme de mí mismo mientras aún continuaba atrapado en los alambres, retenido por una fuerza externa. La realidad era clara, si bien yo no formaba parte de ella. No me moví en absoluto. Algo me tomó por el tobillo.
Un cable a tierra, una forma de drenar pensamientos y sentimientos del alma. Poemas de mi autoría, excepto algunas entradas
domingo, 24 de noviembre de 2013
Ruta al fin
-Cagamos.
La simple palabra parecía sintetizar el momento y destino de ambos receptores. Cortó un silencio vil, aquel que surge desde dentro y ensordece el frágil entorno que nos envuelve cuando todo lo exterior se torna hostil. Pudo sentir el camino del aire escapando de sus pulmones, las finas gotas de transpiración que se deslizaban por su frente y daban un toque salado a los labios secos de la boca. Su vello erizado parecía albergar gran cantidad de estática.
En ese momento el tiempo se detuvo, quizás porque la voz del emisor fue la caricia más dulce que jamás había escuchado el otro. Sintió una inmensa calma que destruyó el pánico reinante mientras saboreaba el sonido que por tantos años escuchó y ahora podría ser la última vez que lo fuese a hacer.
Su respiración agitada comenzó a ceder lentamente, aminorando el ir y venir de su pecho exaltado, sofocado por un brazo de tela negro.
Pestañeó. Sus ojos divisaron en esa eternidad un sinfín de imágenes con el niño (ahora hombre) que lo acompañaba en el punto cúlmine de su destino. Sonrió, qué orgullo sentía de saberse unido por ello al hombre que amaba como si fuese de su propia carne. Parecía un cuento, una historia de aquellas que leía de niño con admiración, inmerso en el hilo de palabras revueltas cual ovillo, en que caballeros y guerreros luchaban hasta el último de sus latidos con sus hermanos.
Pensó en Aquiles y Patroclo cercando la ciudad de Troya; en Thor y Loki combatiendo contra los Jotuns y humanos maliciosos; Agamenón y Menelao comandando la hazaña más increíble de la literatura griega; y ahora él y su amigo, atrapados en ruta a su final inminente.
De pronto todo se volvió irreal, escuchaba el roce suave, casi erótico, de la pluma con la hoja escribiendo lo que ocurría en su épica hora. Cambió el escenario, acto y escena: la prisión de metal por una de piedra y el aceite por el petróleo. Sintió su nombre junto al de su compañero rasgados con pulso firme en la escena.
Los muros que rasguñaba sin orientación expedían un fuerte olor a combustible, mientras sentía ese calabozo enmarañado traquetear por la gigante criatura hecha por el barro y la irónica voluntad de sus víctimas. La correa de su carcaj abrazaba su pecho dándole coraje, si bien veía inútil su destreza en lucha de fuerza.
Creyó ver un cíclope retratado en esa vaga sombra, acercándose agazapada mientras tomaba cada vez mayor tamaño, y lo borroso tomó vivos detalles al aceptarlo su mente. Era como se los había imaginado: Medía lo que dos personas juntas, y su vestimenta harapienta dejaba ver un cuerpo que, si bien era carnoso, poseía una musculatura fuerte. Su ojo inyectado en sangre asemejaba un faro, lo único que podría ser comparado co un ser humano. En uno de sus brazos llevaba una maza del tamaño de un toro, la cual arrastraba con la misma facilidad con que un niño lleva su bicicleta.
El hijo de Poseidón rugió con mecánico chirriar, creando una sacudida intermitente que obligó al héroe a asirse fuertemente de la correa que latigueaba su pecho hacia atrás con terror. Su aliento expelía un hedor a neumáticos quemados y cables derretidos, como si sus entrañas fueran una hoguera ardiente.
Era sólo una provocación, entre burla y desafío. Su orgullo se vio puesto a prueba, por lo que tomó su escudo y lo sacudió con fuerza. Una mano amiga tomó el escudo con fuerza y lo mantuvo firme: no debía perder la sangre fría.
-Frená.
Sin embargo, la voz ya la escuchó lejana, sólo acarició su mente sin darle tiempo a procesarlo. Sujetando con fuerza su lanza de guerra se lanzó sobre la bestia aturdiendo sus propios oídos con un grito de guerra, sabiendo que jamás podría vencerla, que aunque quisiera no podría detenerse en su última hazaña y que anhelaba esa muerte, digna de mención para las siguientes generaciones, las cuales representarían en infantil juego su aventura. Prefería el frío calabozo al hirviente metal, el olor de las antorchas al de neumáticos quemados, sus párpados antes del parabrisas.
La simple palabra parecía sintetizar el momento y destino de ambos receptores. Cortó un silencio vil, aquel que surge desde dentro y ensordece el frágil entorno que nos envuelve cuando todo lo exterior se torna hostil. Pudo sentir el camino del aire escapando de sus pulmones, las finas gotas de transpiración que se deslizaban por su frente y daban un toque salado a los labios secos de la boca. Su vello erizado parecía albergar gran cantidad de estática.
En ese momento el tiempo se detuvo, quizás porque la voz del emisor fue la caricia más dulce que jamás había escuchado el otro. Sintió una inmensa calma que destruyó el pánico reinante mientras saboreaba el sonido que por tantos años escuchó y ahora podría ser la última vez que lo fuese a hacer.
Su respiración agitada comenzó a ceder lentamente, aminorando el ir y venir de su pecho exaltado, sofocado por un brazo de tela negro.
Pestañeó. Sus ojos divisaron en esa eternidad un sinfín de imágenes con el niño (ahora hombre) que lo acompañaba en el punto cúlmine de su destino. Sonrió, qué orgullo sentía de saberse unido por ello al hombre que amaba como si fuese de su propia carne. Parecía un cuento, una historia de aquellas que leía de niño con admiración, inmerso en el hilo de palabras revueltas cual ovillo, en que caballeros y guerreros luchaban hasta el último de sus latidos con sus hermanos.
Pensó en Aquiles y Patroclo cercando la ciudad de Troya; en Thor y Loki combatiendo contra los Jotuns y humanos maliciosos; Agamenón y Menelao comandando la hazaña más increíble de la literatura griega; y ahora él y su amigo, atrapados en ruta a su final inminente.
De pronto todo se volvió irreal, escuchaba el roce suave, casi erótico, de la pluma con la hoja escribiendo lo que ocurría en su épica hora. Cambió el escenario, acto y escena: la prisión de metal por una de piedra y el aceite por el petróleo. Sintió su nombre junto al de su compañero rasgados con pulso firme en la escena.
Los muros que rasguñaba sin orientación expedían un fuerte olor a combustible, mientras sentía ese calabozo enmarañado traquetear por la gigante criatura hecha por el barro y la irónica voluntad de sus víctimas. La correa de su carcaj abrazaba su pecho dándole coraje, si bien veía inútil su destreza en lucha de fuerza.
Creyó ver un cíclope retratado en esa vaga sombra, acercándose agazapada mientras tomaba cada vez mayor tamaño, y lo borroso tomó vivos detalles al aceptarlo su mente. Era como se los había imaginado: Medía lo que dos personas juntas, y su vestimenta harapienta dejaba ver un cuerpo que, si bien era carnoso, poseía una musculatura fuerte. Su ojo inyectado en sangre asemejaba un faro, lo único que podría ser comparado co un ser humano. En uno de sus brazos llevaba una maza del tamaño de un toro, la cual arrastraba con la misma facilidad con que un niño lleva su bicicleta.
El hijo de Poseidón rugió con mecánico chirriar, creando una sacudida intermitente que obligó al héroe a asirse fuertemente de la correa que latigueaba su pecho hacia atrás con terror. Su aliento expelía un hedor a neumáticos quemados y cables derretidos, como si sus entrañas fueran una hoguera ardiente.
Era sólo una provocación, entre burla y desafío. Su orgullo se vio puesto a prueba, por lo que tomó su escudo y lo sacudió con fuerza. Una mano amiga tomó el escudo con fuerza y lo mantuvo firme: no debía perder la sangre fría.
-Frená.
Sin embargo, la voz ya la escuchó lejana, sólo acarició su mente sin darle tiempo a procesarlo. Sujetando con fuerza su lanza de guerra se lanzó sobre la bestia aturdiendo sus propios oídos con un grito de guerra, sabiendo que jamás podría vencerla, que aunque quisiera no podría detenerse en su última hazaña y que anhelaba esa muerte, digna de mención para las siguientes generaciones, las cuales representarían en infantil juego su aventura. Prefería el frío calabozo al hirviente metal, el olor de las antorchas al de neumáticos quemados, sus párpados antes del parabrisas.
Oda ante la huída
Tómate un tiempo querida
escucha mi lastimera propuesta
Niégalo y tu último regalo sería
dejarme un vacío sin respuestas
Dime qué siente tu pecho
que a tus pies impulsan huír
Dime si mal te he hecho
Perdóname, no sé sonreír
De ser la mente una balanza
donde amor y patria se midan
con hondo dolor aceptaría
de liviano, la batalla perdida
No respiraré hasta que suspires
Lloraré si piantas un lagrimón
libre te dejaré al decir que eres mía
Siempre el poeta eclipsa al actor
Quisiera ser imán y no ancla
El perfume y no el color
Quisiera sólo mezclar dos tierras
y formar un nido para los dos
Arráncame del pecho lo tuyo
Tómalo mientras aún pueda latir
Llévate mis ojos, te lo pido
¡Oh!, no me obligues a verte partir
Ante la herida abierta
me tratas cual sal lanzada
Abre tu corazón amada
he venido a ser la venda
Y es que en ti mi hogar fundé
Encendiste en mí una antorcha
Lejos, en tierras de Aquelarre
Tinieblas, sombras y escarcha
Mido mis palabras cauteloso
o podrías con mi aliento volar
Repliega tus alas te lo ruego
Gorgojea conmigo un rato más
Los vientos soplan muy fuerte
Puedes anidar en mis brazos
Las dudas pueblan tu mente
Mírame, no les hagas caso
Si amarte fue sólo un pecado
y mi condena, tu vil escape
En cárcel de carne enjaulado,
Nostalgia, no-olvido y muerte.
jueves, 17 de octubre de 2013
Cara de la Cruz
Ésta es la cruz que mi pecho carga
Bañada en el sudor de mi trabajo
Con lágrimas de sacrificio rociada
Y el calor que mi voz le ha dotado
Éste es el escudo de mi sangre
Inútil, quizás, contra espadas
Mas lo que protege no es mi carne
Sino lo intocable llevado dentro
Ésta es la luz que en noche me guía
Noches en que el sol brilla siniestro
Brota de mis venas luz abrasiva
Brota el camino en sentimiento
He aquí la extensión de mi pecho
La astilla del árbol de la vida
El terror de la Bestia al acecho
Susurro cálido, voz Divina
Unión de los hermanos inmortales
que saben la poca arena en su reloj
Unión de los fuertes y pequeños
de los reyes en piel de sirvientes
Manos suaves nunca la cargaron
Mas bien sé de muchos que viles
con guantes de seda aterciopelados
con labios amarillos la besaron
Creadas con el oro fundido
del águila y su sangre derrotada
no ha traído más que dolor
a su humilde, astillada hermana
El juzgado se volvió juez
y su sangre con creces cobrada
ha corrompido, triste revés
El Libro se ha vuelto espada
Ha de esperarle un castigo
a los reyes de alma vendida
ya Dante lo ha presenciado
con Virgilio, poeta y guía
No necesito suaves mis manos
Siempre he usado calzado ligero
Nací libre con alma de viajero
Nací siendo un siervo artesano
Mientras tenga la mente fresca
y una garganta cantora
mis pies solos sobre la senda
irán dichosos hasta mi hora
Ésta es mi base de piedra
mi cielo y cable a tierra
No han de flaquear mi ideal
No han de tocar mi alma
Ésta es mi base de piedra
mi cielo y cable a tierra
No han de flaquear mi ideal
No han de tocar mi alma
jueves, 25 de julio de 2013
El estigma de Abraxas
Bebí la sangre de mi enemiga
Calentó presta mi pecho
robé su aliento al besar su boca
consumí su cuerpo sin despecho
¡Oh, cómo olvidar sus besos!
amargos de limón y sal
Crudo en garganta el fuego
De en sus brazos acabar
Su cuerpo intangible escapa
de entre mis labios y mi ser
el llanto de los ojos casi aflora
Mas insistente causa placer
Grito del salvaje humano encerrado
prejuzgada en juicio y altar
cárcel del débil, musa del abstracto
generas amor sin saber amar
Finos labios de color carmesí
que al besar se tornan negros
¿Cuánto estás dispuesto a dar?
de ellos siempre obtendrás menos
Has de hincar tu aguijón
en mi cuerpo cual aguja
liberando lento tu veneno
la mente tornando difusa
En mis ojos ya no veo
un vestigio de quien fui
antes inocencia, agua pura
ahora río turbulento y ruin
Quizás no me he degenerado
O rebajado un poco mi nivel
He caminado el sendero oscuro
ahora a tientas puedo ver
Quien ha llegado al Cielo
el Mal lo hará ceder
yo he conquistado ambos
harta sabiduría y poder
Oda a una Ménade
Embriaga tu alma de donesÚsalos hasta el fin de los días
Grata tu llegada a mis brazos
Esos recuerdos de toda la vida
Nubes en el cielo despejamos
Invencibles cual tren en vías
Ardid del joven, pasión latía
Revientan al viento las vides
En vino se bañan las copas
Baco y su lira aparecen
Evoca su voz tu belleza
Cantan los mortales y dioses
Cantan las Musas a tu nombre
Amada mía, en esta fiesta
Entibia la sangre tu partida
Soledad como Orfeo sentía
Qué decide a tus ojos el destino
Unidos, locos o divididos
Iría al Fin del mundo de rodillas
Valiente, cual fiera hambrienta
Esperando tu llegada brusca
La boca que provee ambrosía
Grata tu llegada a mis brazos
Esos recuerdos de toda la vida
Nubes en el cielo despejamos
Invencibles cual tren en vías
Ardid del joven, pasión latía
Revientan al viento las vides
En vino se bañan las copas
Baco y su lira aparecen
Evoca su voz tu belleza
Cantan los mortales y dioses
Cantan las Musas a tu nombre
Amada mía, en esta fiesta
Entibia la sangre tu partida
Soledad como Orfeo sentía
Qué decide a tus ojos el destino
Unidos, locos o divididos
Iría al Fin del mundo de rodillas
Valiente, cual fiera hambrienta
Esperando tu llegada brusca
La boca que provee ambrosía
martes, 30 de abril de 2013
Espejismo terrenal
En el desierto incoloro de tu pecho
errante a tientas avanzo buscándote
La esperanza a cada paso devoro
Atragantado sólo tu arena bebo
Paisajes de cristales rotos
plumas de ángeles derrotados
Sobrevuelan entre grises tinieblas
y ecos de suspiros acobardados
Brújula sin Norte, mapa sin cruz
La Estrella de Belén se arrepintió
Tanto he vagado a la deriva sin luz
Náufrago con botellas, mas no mensajes
La niña lanza la rosa y se va
mas han cambiado los papeles
Encarno el ave que su sangre
por un amor quiso regalar
Fisión de tus átomos cercanos
Intento acariciarte, ya no estás
Viento seco y cortante del este
Viento adverso y nada más
Pretérito perfecto el buscarte
presente el que no estás
futuro el tenerte, mas no difiero
Mi reloj avanza hacia atrás
Un juez y su tribunal me persiguen
Grises mentes, pensar y juzgar
no puede dar su sentencia sin martillo
Lo tomé para por este mundo trabajar
Harto de las limitaciones del hombre
abracé a La Muerte, fría paz
ahora me he convertido en nada
y al no ser nada soy inmortal
En sádico juego te diviertes
lanzándome migas de tu pan
cuentagotas de tu sangre cautelosa
al cansarme sacias mi hambre
Si he de morir en batalla acepto
No huiré tan cerca de tus murallas
Las Valquirias me tomarán en brazos
Noble muerte por noble causa
Daré el paso hacia el abismo
o hacia el cosmos oprimido
caeré acelerado por la ausencia
volaré por el arte de estar
Si tallando mis imperfecciones
pasase por el ojo de la aguja
Dejaría atrás mi entero
entrando presto por tu cerradura
El Señor nos ha hecho de barro
frágiles e indefensos
para mostrar que nos rompemos
moldeamos y recomponemos
Mis rodillas se han tornado arena
Mi sangre, cristales salados
Tú cual esfinge parada ahí
Incógnita la palma de tus manos
Si es que ambos hemos entrado
al limbo de las lenguas de fuego
buscando que el calor nos reviva
pues la pasión sólo es un juego
Si has de tirar de la cuerda
hasta ver cuánto se tensa mi cuerpo
Si quieres ver mi frente en tus pies
debo advertirte acerca de un terco
sábado, 27 de abril de 2013
Canción de mis tierras
Yo quiero que mi canción
se pinte de blanco y celeste
la sangre de mi bandera
de mi pueblo y de mi suerte
Yo quiero ver a mis hijos
y a mis nietos con las manos
llenas de barro y tierra
Por este mundo trabajando
Yo quiero ver a los ratones
en las calles festejando
el día en que se vaya el águila
por querer volar tan alto
Y cuando La Muerte llame
con aspereza a mi puerta
nos vamos a quedar zapando
para sacarle la vergüenza
No llores más niño, calma
A esos hombres les enseñaron
a con sus manos tapar tu boca
en vez de palmear tu espalda
Sonríe al oírme hermano
no es de pena mi canto
Es un canto de esperanza
alegría que he sembrado
Nunca he visto a la Lluvia
como una enemiga más
Es la amiga que lava el alma
El milagro que quieren ocultar
He de oír a los voceros grises
que al resto quieren aplastar
He de gritar más fuerte que ellos
que no quiten las ganas de amar
Canto esta melodía de mis tierras
que de ella misma lo he escuchado
canto para que mi patria crezca
y volver arcilla hombres de barro
Yo quiero ver mi bandera
ondeando en el firmamento
si la brisa a mecerla no llega
daré hasta mi último aliento
viernes, 26 de abril de 2013
Oda para Eve
Dueña incuestionable de los ojos
que sobre ti se hayan posado
sin notar que siempre a tu paso
suspiros en pechos has plantado
Mito del cosmos, del Sol y la Luna
de viajeros, mercantes cansados
Brilla en ellos locura y nostalgia
se jactan de haberte cruzado
Galaxia atrapada en carne y hueso
cuántas estrellas has de albergar
para que a tu susurrante paso
tanta gloria puedas irradiar
Humilde por tu paso florecen
en páramos desiertos, desolados
las más increíbles flores
que el Creador nos haya regalado
Tú, pariente lejana de Helena
aquella, que ha tantos ha enfrentado
Hija de la Diosa Afrodita
hija del amor recién sembrado
Fruto del Árbol de la vida
diamante puro jamás tocado
punto de la montaña más alta
perfección libre de todo pecado
Crean un ritmo tan sólo tuyo
los corazones de los muchachos
que embriagados por tu ser
del pecho quieren huir exaltados
Elevado el precio por verte
al momento en que no estás
es volver a la fría muerte
luego del más bello despertar
Protagonista de las odas
más bellas jamás creadas
mas ríos y ríos de tinta
al ensalzarte no bastan
¡Oh, belleza sobrenatural!
la vida renace a tu llegada
Sabes, con tu sola presencia
dejas la humanidad embelesada
Caigo de rodillas frente a ti
mente y cuerpo no son nada
cuando tus pasos sentí
cuando debí desviar la mirada
Astro tallado por las ninfas
Envuelta en finos rayos de sol
Voluptuoso regalo tu sonrisa
Emblema de la valentía y el amor
Kriptonita del poeta enamorado
Luz que a Las Tinieblas acabó
Altar a la poesía y el canto
Ser único, milagro del Señor
viernes, 22 de febrero de 2013
El Poeta y La Muerte
El joven poeta se sienta
en su escritorio cansado
Toma su pluma y la tinta
Acerca un papel gastado
Mas por más que piensa
inspiración le hace falta
Su cansancio lo molesta
Su mente en blanco lo mata
Por un momento duda y mira
sobre su hombro un cajón cerrado
donde La Muerte ha sido capturada
Un ataúd viejo y demacrado
Tiembla aún el joven poeta
no se cree capaz del acto
por más beneficioso que sea
no cree poder llevarlo a cabo
¿Quién tendría el valor de hacerlo?
Liberar a aquellos demonios
y dejar que a uno hagan daño
maldecido por infortunios
Con una palidez fantasmal
el joven se levanta y acerca
al ataúd que contiene el Mal
que contiene las tinieblas
Al fin se decide y lo abre
corre asustado a su asiento
un sudor frío le recorre
se congela su aliento
Del ataúd fluye un sinfín
de insectos, víboras y ratas
Entre el humo que brota gris
La Muerte, su hoz y mortaja
La Muerte toma y guía la diestra
Dejando donde se posa, llagas
narra al oído del pobre poeta
la muerte y tortura de su amada
La Muerte ríe frenéticamente
el placer de la locura saborea
la zurda apoya sobre la frente
Los pensamientos envenena
Atormentado se arrepiente
mil agujas lo lastiman
es la lengua de La Muerte
llena su cuerpo de espinas
¡Oh, cuánto dolor en este relato!
Lloran sus ojos sangre putrefacta
con ellas se llena el tintero
moja la pluma, fluyen palabras
Jack el Cazaserpientes
Allí viene el exterminador
con su machete y sus botas
su rostro oculto en velos
su asco en respiros denota
Es un hombre (Si lo es)
salvajemente bien educado
sus prendas de guerra de seda
Blasfema, mas es cristiano
Ama, pero jamás lo demuestra
Ha eliminado cada serpiente
que en su camino se ha cruzado
Los nobles alaban sus proezas
Unos criados lloran las matanzas
A las serpientes le tienen agrado
Proclamó al cielo una petición
al ver a la insurgente serpiente
más grandiosa que le hacía frente
Pidió de un sólo tajo decapitarla
pidió tener el honor de acabarla
El Todopoderoso indignado
alentó a la bestia al combate
La bendijo y dio protección
Ahora ya no podría perder
Para ella poseía una misión
La bestia tan bien alentada
con sus colmillos velozmente atacó
El exterminador no pudo frenarla
Herido de muerte al suelo cayó
Perdió la batalla, mas no la guerra
Otros lucharán como antes él
las serpientes al fin festejan
Su máximo enemigo otros velan
Quitaron el velo que cubría su rostro
No era un hombre, sólo otro monstruo
martes, 19 de febrero de 2013
La Ciudadela Perdida
Acérquense musas del pasado
invádanme de su sabiduría
cual la concedida a Homero
para escribir tal Travesía
Acudan a mi llamado, les imploro
mi alma arde por un nuevo poema
Mas me es escasa la información
para describir la Perdida Ciudadela
Mis plegarias no son inservibles
Acuden imágenes borrosas
Las olas chocando apacibles
burbujeantes en la costa
Edificios de gran altura rodean
Una plaza verde, descomunal
Frondoso valle a las afueras
Todo rodeado por el mar
Hombres en elegantes trajes
Mujeres envueltas en fina seda
Pasean por las calles los sabios
juegan los niños en las veredas
En templos plegarias y alabanzas
Hacia aquellos que los protegen
Desequilibrada la balanza
Pocos son los que agradecen
Puedo ver cómo la historia avanza
los dioses celosos, llenos de ira
desataron sin piedad su venganza
Un diluvio creció sobre la isla
El viento con fuerza soplaba
En sus casas se escondía la gente
de raiz los árboles arrancaba
el frío soplido de La Muerte
Las olas golpeaban la costa
los navíos, frágiles, se hundían
al chocar con imponentes rocas
Curioso es, antes no existían
El cielo de gris se teñía
el final ya estaba cerca
los niños ya no reían
Los envolvía una tiniebla
Los sabios en Congreso reunidos
Ante estos signos reflexionaron
"Es la ira de los dioses" dijeron
"es el fruto de nuestros pecados"
¡Cuán testarudo puede ser el hombre!
No quiso escuchar la advertencia
Creyó que todo aquello pasaría
Negó de sus dioses la penitencia
Esto aún más los enfureció
la advertencia había sido ignorada
El mar de rojo sangre se tiñó
Tomó la costa, más allá azotaba
Inútil de la gente el esfuerzo
de ocultarse en sus hogares
Las olas arrasaban a su paso
Edificios a centenares
En tanta confusión reinante
un carro bajó del cielo
en la Plaza Principal frenó
tres dioses descendieron
Uno de ellos era sombrío
oscureciendo al caminar
El suelo se volvía frío
Hades quemaba al pisar
El segundo bajó imponente
viendo sus dominios avergonzado
Asió con más fuerza su tridente
Poseidón ya no era respetado
Por último descendió Aquel
que derrotó a Cronos con sus manos
En su mano, un fulminante Rayo
Zeus se paró junto a sus hermanos
Los atlantes se postraron a sus pies
Rogando poder ser perdonados
mas para ellos ya tarde era
el Juicio Final había comenzado
"¡Mortales insensatos!" Dijeron
"nuestra indulgencia se ha acabado
Ahora pagarán un alto precio:
sus vidas por tanto pecado"
Y así los tres Hermanos partieron
dejando a los mortales desolados
el agua comenzó a ascender
rápidamente fueron tapados
¡Musas!, ¿Qué ha sido de ellos?
el mar en una noche los ha devorado
mas Poseidón de algunos se apiadó
bajo el agua continúan respirando
Y es así como la Gran Atlántida
bajo el agua ha quedado sepultada
silenciosa, oculta y sumida
bajo sentencia mortal anunciada
Brilla
Brilla en tu larga ausencia
una constelación amarga
de lamentos e impaciencia
de suspiros una ráfaga
Brilla en mi oscuro horizonte
dos astros juntos, inseparables
con tu parpadear titilante
dos ojos tan inolvidables
Lo admito, soy egoísta
por querer que abandones
lo que tu corazón te insta
Esclavo de mis emociones
Brillan por ti las estrellas
esforzándose con esmero
Quieren volver a ser ellas
de la belleza el centro
Y es que quién podría
no mirarte cuando pasas
Cual pasar junto a sirenas
y no enloquecer cuando cantan
Cuántas veces he repetido
Como autómata el ritual
de darme vuelta en esa esquina
y ver si me vienes a buscar
No te alejes más, te lo ruego
Con cada metro me desalmas
Miro al horizonte, el consuelo
de sentir que lejos me llamas
Brillan en mi mente recuerdos
Melancolía de que ya no ocurrirán
Encuentros casuales, buscados
fotos guardadas en el diván
Brilla en mis ojos alegría
Aflora en mi boca un verso
Soplo que renueva la vida
ya estás cerca, lo siento
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