El joven poeta se sienta
en su escritorio cansado
Toma su pluma y la tinta
Acerca un papel gastado
Mas por más que piensa
inspiración le hace falta
Su cansancio lo molesta
Su mente en blanco lo mata
Por un momento duda y mira
sobre su hombro un cajón cerrado
donde La Muerte ha sido capturada
Un ataúd viejo y demacrado
Tiembla aún el joven poeta
no se cree capaz del acto
por más beneficioso que sea
no cree poder llevarlo a cabo
¿Quién tendría el valor de hacerlo?
Liberar a aquellos demonios
y dejar que a uno hagan daño
maldecido por infortunios
Con una palidez fantasmal
el joven se levanta y acerca
al ataúd que contiene el Mal
que contiene las tinieblas
Al fin se decide y lo abre
corre asustado a su asiento
un sudor frío le recorre
se congela su aliento
Del ataúd fluye un sinfín
de insectos, víboras y ratas
Entre el humo que brota gris
La Muerte, su hoz y mortaja
La Muerte toma y guía la diestra
Dejando donde se posa, llagas
narra al oído del pobre poeta
la muerte y tortura de su amada
La Muerte ríe frenéticamente
el placer de la locura saborea
la zurda apoya sobre la frente
Los pensamientos envenena
Atormentado se arrepiente
mil agujas lo lastiman
es la lengua de La Muerte
llena su cuerpo de espinas
¡Oh, cuánto dolor en este relato!
Lloran sus ojos sangre putrefacta
con ellas se llena el tintero
moja la pluma, fluyen palabras