El sol imponente se alza
en los campos escarchados
el canto de un ave resuena
entre los guerreros armados
Las olas golpean la tierra
pronta a cubrirse de sangre
los britanos anhelan la guerra
se defienden los habitantes
Ya en la costa desembarcan
bárbaros de otras tierras
brutos que muerte transportan
a su paso sólo quedan cenizas
Aquellos que del pecho materno
pasan a las espadas y flechas
anhelan como pocos el averno
sus infancias quedan deshechas
Todos los pueblos que enfrentaron
esta plaga de muerte devoradora
se vieron prontamente arrasados
no hay pizca de lo que fueron otrora
Tiembla el fin del mundo al observar
que las bestias de mar se acercan
el sol aterrado huye de los cielos
su existencia es la mayor blasfemia
Sin embargo Britania se erige
firme como última fortaleza
sus hombres no la verán caer
sin antes pelear con fiereza
Y es que sus tropas las dirige
un hombre que es leyenda
sus hazañas ya se extienden
a lo largo y ancho de sus tierras
Él es Henry Wood, el Exiliado
que por traición sufrió el destierro
buscó hacer justicia con sus manos
y así volver ligero su infierno
Rescató a Merlín de su prisión
al encontrarse con su guarida
dicen que hasta venció un dragón
y, sabio, le perdonó la vida
Excalibur, el brazo del Rey Arturo
por él decidió ser empuñada
ve en sus ojos la esperanza britana
joven valiente de corazón puro
¡Tiembla, bárbaro de sangre sediento!
para tus tropas la suerte está echada
Wood al frente ya blande su espada
y en batalla nunca pierde el aliento
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